El río de mi pueblo, en
el que tan buenos momentos pasé en mi infancia, se llama Genil, un afluente del
río Guadalquivir. El río pasa por los
pueblos que hay situados en la vega de Granada, regando sus tierras. Allí se
encuentra mi pueblo, Cijuela, que es donde nací y me crié hasta los 17 años en
que me vine para Ibiza.
Cuando era muy pequeño, mis padres los días de San Marcos y otros días festivos que caían en verano, nos llevaban a bañarnos al río junto con otros vecinos y amigos de los diferentes pueblos.
El río era para mí como un paraíso. El agua era totalmente
transparente porque más de la mitad del agua que corría por él provenía de nacimientos
naturales. Inclusive se podía beber. El fondo era de piedra, no muy grande, de
cantos redondos y con mucho limo gris en el que nos rebozábamos como croquetas.
Había unos saltos de agua hechos por el hombre de lado a lado. Y al final de la
caída se originaba una poza que era donde nos bañábamos y donde también aprendí a nadar.
Muchos peces intentaban
sortear los saltos de agua. También había cangrejos de río y muchas culebras de
agua, que a mí me encantaba cazar. Mientras nuestros padres descansaban, comían
y bebían en la sombra de los mimbres y álamos blancos, sentados en ambos lados.
El olor era inconfundible y me transmitía mucha paz y tranquilidad. Ese fue,
entre otros, un sitio de refugio, desconexión y de juego con mis amigos de la
infancia.
El río cada año lo
limpiaban, quitaban la maleza y lo conservaban en muy buen estado. Hasta los
animales vivían a sus anchas por él. Cuando cambiaron las leyes, dejaron de
limpiarlo para no dañar el ecosistema de los animales que vivían en él. Ahora
imaginaos cómo se encuentra. Es un basurero y la única especie que habita son
patos en las zonas estancadas al no poder pasar el agua libremente. Y en época
de lluvia cuando intenta correr el agua por él se inunda arrastrando toda la
maleza, árboles y ecosistemas incluidos. Una pena que mis hijos no lo hayan
podido disfrutar como yo.
Toni Narváez
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